Transformación Digital en Museografía
La Transformación Digital se ha convertido en el nuevo paradigma de toda empresa o institución que quiere mantenerse al día con la ola tecnológica imperativa que estamos viviendo en la actualidad.
La teoría dice que la Transformación Digital es la adaptación de procesos y productos, originalmente analógicos, al entorno digital, a través de nuevas tecnologías como Big data, Blockchain, robótica, inteligencia artificial, realidad virtual y un largo etcétera, con el objetivo de mejorar su eficiencia. y estrategia frente al nuevo modelo de negocio.
Sin embargo, la Transformación Digital en museografía no atiende únicamente a un cambio de paradigma en la gestión técnica. Se trata, sobre todo, del desarrollo humano y artístico, y de un nuevo enfoque de la relación entre visitante, pieza, autor y el propio museo.

Abarca un rango de acción muy amplio, que incluye desde la digitalización básica de datos, a la expresión artística más alejada de la literalidad. Encontrando en el camino de los dos extremos, nuevas metodologías en la preservación del patrimonio, o nuevos modelos económicos a través del arte digital.
Estas aplicaciones, así como sus implicaciones en el nuevo modelo museístico, se encuentran en continuo avance y expansión, a tal velocidad que a menudo su innovación puede sobrepasar nuestro entendimiento sobre su aplicación lógica

No es un secreto que gran parte de los historiadores, arqueólogos y museólogos en general, se sienten desconectados de esta nueva tendencia digital, que los obliga a sentarse frente a ordenadores y analizar tablas de Excel, en lugar de trabajar con interesantes piezas históricas entre sus manos. Es un hecho que las personas involucradas en la gestión cultural han sido cultivadas en la apreciación del valor de los objetos tangibles.
Así que, ¿Por qué la museografía ha adoptado la Transformación Digital como su nuevo objetivo?
Lo cierto es que este proceso empezó hace mucho tiempo con la implementación de bases de datos, la llegada de internet, las redes sociales y la digitalización de activos tangibles en fotografías, o modelos 3D, por razones prácticas obvias. Pero esto era sólo la superficie. No era nada fuera de la evolución tecnológica natural.
Además, las instituciones culturales ya no podían obviar el hecho de que las nuevas generaciones no estaban comprometidas con el estatus intelectualmente elevado de los museos. Necesitaban abrir sus mentes a la nueva realidad para sobrevivir.
Pero, ¿Por dónde empezar?
Se podrían escribir varios libros en torno a esta cuestión, pero si tuviera que resumirlo diría que abrieron sus puertas a los especialistas digitales, mientras trabajaban muy duro para adaptar nuevas narrativas, recorridos expositivos y diseños (y re-diseños) de nuevos espacios, con el fin de adaptarlos a producciones audiovisuales, interactivos, robóticas, realidades virtuales y aumentadas y, en general, todas las posibilidades explorables en el arte digital.
Es un nuevo camino donde las productoras tienen la gran responsabilidad de preservar la precisión histórica y evitar la obsolescencia estética y técnica en exposiciones de larga duración. Es un trabajo en progreso que ambas partes deben explorar juntas para crear el nuevo modelo de museo.

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