¿Última generación de Artistas?
Las Inteligencias Artificiales
empiezan a competir y ganar
en certámenes oficiales.
La revolución de las máquinas empezaba a tener una parcela amplia y fuerte en el mundo del arte, y ya ha empezado a conquistar también la de los humanos.
El festival de Cannes abrió la veda el pasado agosto, cuando otorgó el premio en la categoría de mejor corto a “The Crow” del director Glenn Marshall. Una pieza, sin duda, bella en su estética, realizada a partir de la grabación de una coreografía real, y transformada a animación mediante Inteligencia Artificial.
En ella la protagonista se mimetiza con la apariencia de un cuervo, creando una consecución de interpolaciones discontinuas, que asemejan los trazos de un pincel tradicional, con una marcada estética de la corriente más surrealista.
El video input, es decir, el material original que utilizó la IA, es una coreografía escrita y dirigida por Duncan Mcdowall en 2012, llamada “Painted”. Esta cinta corta, seleccionada en su momento para varios certámenes, recoge gran parte de la esencia reflejada en el corto ganador. La bailarina y el cuervo son ya el leitmotiv de la pieza de Mcdowall, y los planos, así como largas secuencias completas, se identifican uno a uno como un calco. Es cierto que algunos planos han sido eliminados de la edición final y lo hacen ligeramente más corto. Por lo demás, podéis probar a sincronizar fácilmente los dos vídeos aquí comparados en varios puntos.

¿Reinterpretación o apropiación de la Obra?
Soy una gran partidaria de la práctica de la descontextualización de obras originales, utilizar sus elementos fundamentales, y reconvertir su forma y su significado en una nueva pieza.
Sin embargo, el premio a The Crow me produjo un sentimiento cercano a la injusticia. Primeramente, caí en el error de relacionar mi valoración al uso de Inteligencia Artificial, y me pregunté qué responsabilidad debería tener un jurado a la hora de valorar un estilo creativo realizado por una IA, frente a un proceso tradicional, cuando su resultado final es tan similar al original.
Pero luego pensé, ¿habría estado de acuerdo con la decisión del jurado si un artista humano hubiera creado The Crow aplicando filtros y VFX sobre el vídeo original? Sinceramente, no estoy segura.


Público dividido
Es obvio que The Crow es una obra conceptual elaborada a partir de muchos más elementos que el procesado de una simple máquina.
La elección de la música, la propia investigación del autor con la IA hasta alcanzar esa intención estética, o la final reinterpretación hacia el escenario de desidia postapocalíptica, hacen que esta sea una obra distinta. Pero, ¿cuánta diferencia es suficiente para salvarla del juicio y la comparación? ¿Es la diferencia directamente proporcional al mérito del resultado?
Las inteligencias artificiales no tienen derechos de autor, por el simple hecho de que no son autores, sino herramientas (al menos por ahora); por lo que tampoco tienen responsabilidades de plagio o reproducción.. Esta valoración, y su consecuente regulación nos sigue perteneciendo a nosotros, los imperfectos humanos.
Cuando vi los dos vídeos comparados mis primer pensamiento fue: ¿Era consciente el jurado de Cannes de la existencia del vídeo original?
Como profesora de motion graphics he valorado gran variedad de trabajos, y sin duda, los vídeos apoyados en una base tan predominante ya producida por otra persona, era un hándicap más que una ayuda para la nota final.
La cultura del esfuerzo nos dicta que el trabajo invertido en el desarrollo de cada parte del proceso, y la originalidad del autor, deberían ser valoradas con otro baremo. Sin embargo, ¿deberíamos premiar una obra, que bajo esta premisa, tuviera un resultado peor al de la IA? El arte es un debate constante, imposible de clasificar con reglas o líneas definidas. Es la subjetividad más pura, basada en valores no medibles en una tabla. No obstante, también es visceral, honesto, y fácilmente degradable cuando las reglas sociales se añaden como condicionantes.
Y sólo acaba de empezar
Recientemente, Jason Allen a.k.a Sincarnate, presidente de la empresa de juegos de mesa Incarnate Games, ganó el primer premio en el concurso de bellas artes de la Feria Estatal de Colorado, en la categoría de Arte Digital con su obra “Théâtre D’opéra Spatial”, realizada con Midjourney, otra herramienta de IA de la que hablé recientemente en el blog.
Allen, imprimió la imagen en lienzo y simplemente ganó, con una obra generada a partir de sus indicaciones, pero sin un sólo brochazo de paleta digital. Esto sublevó a gran parte de los participantes y opinólogos de Twitter, que se preguntan ahora si se ha de establecer una nueva categoría para este tipo de obras.

Sin embargo, ¿quién gana realmente?

Llegará el día en que la máquina sí sea la artífice de la creación, pero hasta el momento sigue necesitando una primera instrucción humana. La realidad es que la proliferación de los denominados Artistas de IA se multiplica cada día. Y si bien en sus inicios, asociábamos esta disciplina a tecnólogos artistas que se dedicaban a la experimentación, la programación, y el estudio de complicados softwares; las herramientas actuales han reducido la parte técnica a apps, tan fácilmente investigables por cualquier persona, que sólo mediante unas líneas de texto, gusto y tiempo, crean productos verdaderamente maravillosos, que se venden en galerías de NFTs, ganan concursos e incluso son subastados.
Así es. A pesar de la revolución que vivimos este 2022, hace ya 6 años, en 2018, que la casa de apuestas Christie ‘s vendió la primera obra completamente creada por un algoritmo, llamada “Edmond de Belamy, from La Famille de Belamy” del colectivo de arte francés “Obvious” por $432,500, que superó hasta 40 veces su precio de salida (entre 7 y 10 mil dólares). No sin el posterior revuelo del creador del código y artista, Robbie Barrat. Y es que antes, la creación del algoritmo era el arte en sí mismo. Algo que, tras la multiplicación de sistemas de creación de Deep Learning casi automáticos, parece no formar parte ya de la intervención de la obra.
Conclusiones
La realidad es que estas impresionantes creaciones no reguladas son aún inclasificables, y llenan de admiración y temor por el gremio las redes, a partes iguales.
Llegados a este punto, la pregunta que debemos hacernos es ¿por qué la persecución de que las máquinas empleen su potencial en algo tan humano y etéreo como el arte?
La revolución industrial ya sustituyó el trabajo mecánico del hombre por la máquina casi al completo. Aplicaciones de ingeniería, medicina, agricultura, seguridad, etc. son claras mejoras en nuestro día a día. Pero, ¿por qué el arte es el nuevo objetivo del I+D? Una disciplina de idiosincrasia imprecisa, subjetiva e imperfecta. Una ciencia en definitiva humana, en el sentido más terrenal de la palabra, y que por lo visto, es la prueba definitiva del desarrollo cognitivo de una red neuronal artificial.
I relished the final days of being the only species who creates art but im excited to welcome our ai friends into the beautiful journey of creation with us. I see a lot of cynicism but it’s a privilege to live thru such an utterly historic moment 🤖 https://t.co/qkr65geoNk
— 𝔊𝔯𝔦𝔪𝔢𝔰 (@Grimezsz) August 23, 2022
This was done by an AI bot. I asked my tech friend, Jake, to put Pennywise on a bike and this came out. pic.twitter.com/J5oAI3Tozq
— Stephen King (@StephenKing) August 20, 2022
Hasta ahora, y a pesar de lo avanzado de la técnica, se han necesitado instrucciones humanas como punto de partida, pero, ¿podrá la máquina superar al alma? El artista es influido por su propia existencia en su contexto socio-histórico. Crece, evoluciona, se deprime, experimenta la euforia, la felicidad, el desamor. Todo en una misma vida.
Un viaje que puede ser eclipsado por los resultados preciosistas de la infalibilidad computacional.
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